20.8.19

Cueva Orao.


Desde dentro.

Entrada.

Marcas de visitas en sus paredes...




Como sucede con muchas cavidades, Orao, no está exenta de leyendas. Su ubicación, a pie del escarpe de la Sierra y vigilante del  valle, la hace poseedora de historias que van desde su uso como vivienda prehistórica y escondite de bandoleros desde tiempos inmemoriales, hasta ser el lugar donde se haya oculto un rico tesoro. Lo cierto es que a lo largo de su desarrollo pueden observarse multitud de restos de carbón, muchos de ellos incrustados en el manto estalagmítico, lo que evidencia el uso del fuego en su interior desde hace muchísimos años. También se observan multitud de catas o zonas desenterradas. Esto último bien puede ser achacable al expoliador de las cuevas de la zona, ese personaje que por el lugar ha ido dañando los yacimientos en busca de tesoros y menospreciando el bien cultural de todos.
La cueva Orao abre su boca en Burgos, bajo el escarpe rocoso de Peñalta (976 metros) y mirando a la localidad burgalesa de Berberana, se adentra en galería única por el interior del subsuelo de la provincia de Álava. El acceso a la misma discurre por pinares, hayedos y espeso quejigal, que sobre todo en sus últimos metros hace tedioso llegar a la misma.
La entrada es amplia, su galería única y casi lineal se desarrolla a lo largo de unos 275 metros con un desnivel de -3/+11 según el catalogo espeleológico Burgalés. De paredes de tonos rojizos, coladas grisáceas y blanquecinas surgen de sus paredes y techos, dejando rincones de indudable belleza. A unos cien metros una gatera con forma de laminador nos obliga a poner rodillas en tierra y, tras sobrepasarla metros más adelante un desfonde impide la continuación salvo que vayamos equipados de cuerda. Hay unas viejas y poco fiables clavijas para asegurar la cuerda y un tronco no menos fiable para hacer apoyo a dos metros y medio.
La cavidad tiene claros signos de ser hábitat de una colonia de murciélagos, que por las fechas se encuentran fuera de la misma.
(Imágenes con Sabino)

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