Desde dentro. |
Entrada. |
Marcas de visitas en sus paredes... |
Como sucede
con muchas cavidades, Orao, no está exenta de leyendas. Su ubicación, a pie del
escarpe de la Sierra y vigilante del
valle, la hace poseedora de historias que van desde su uso como vivienda
prehistórica y escondite de bandoleros desde tiempos inmemoriales, hasta ser el
lugar donde se haya oculto un rico tesoro. Lo cierto es que a lo largo de su
desarrollo pueden observarse multitud de restos de carbón, muchos de ellos
incrustados en el manto estalagmítico, lo que evidencia el uso del fuego en su
interior desde hace muchísimos años. También se observan multitud de catas o
zonas desenterradas. Esto último bien puede ser achacable al expoliador de las
cuevas de la zona, ese personaje que por el lugar ha ido dañando los
yacimientos en busca de tesoros y menospreciando el bien cultural de todos.
La cueva Orao
abre su boca en Burgos, bajo el escarpe rocoso de Peñalta (976 metros) y
mirando a la localidad burgalesa de Berberana, se adentra en galería única por
el interior del subsuelo de la provincia de Álava. El acceso a la misma
discurre por pinares, hayedos y espeso quejigal, que sobre todo en sus últimos
metros hace tedioso llegar a la misma.
La entrada
es amplia, su galería única y casi lineal se desarrolla a lo largo de unos 275
metros con un desnivel de -3/+11 según el catalogo espeleológico Burgalés. De
paredes de tonos rojizos, coladas grisáceas y blanquecinas surgen de sus
paredes y techos, dejando rincones de indudable belleza. A unos cien metros una
gatera con forma de laminador nos obliga a poner rodillas en tierra y, tras
sobrepasarla metros más adelante un desfonde impide la continuación salvo que
vayamos equipados de cuerda. Hay unas viejas y poco fiables clavijas para
asegurar la cuerda y un tronco no menos fiable para hacer apoyo a dos metros y
medio.
La cavidad
tiene claros signos de ser hábitat de una colonia de murciélagos, que por las
fechas se encuentran fuera de la misma.
(Imágenes con Sabino)
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